3 DE JUNIO
20:00 H. INAUGURACIÓN
15 de Junio, 19:00 horas. Conferencia de Andrew Gangoiti: «f-hole».
El artista Andrew Gangoiti presenta la muestra “f-hole” a partir del día 3 de junio de 2011 en la sala de exposiciones de la Fundación Bilbao Arte Fundazioa.
Andrew Gangoiti desarrolló su proyecto durante el año 2010 como artista residente de la Fundación Bilbao Arte Fundazioa, dentro del programa anual de becas de producción patrocinado por la Fundación BBK.
La instalación, que podrá ser visitada hasta el próximo 24 de junio, ha sido producida teniendo en cuenta las características arquitectónicas del espacio expositivo, tal y como viene siendo habitual en los trabajos del artista, definidos por Agustín Gómez como “construcciones donde escultura, arquitectura, sonido, público, técnica y tecnología forman parte de un conjunto indisoluble y armónico”.
El violín de Andrew, Agustín Gómez. Universidad de Málaga.
Una imagen no es sustituto de nada
Louise Lawler
Esto es posible en una gran instalación total: el espectador absorto y distraído, se pasea por ella detenidamente, observa, se aleja, reflexiona, se acerca de nuevo. El peculiar ambiente le ayuda a concentrarse, a sumergirse en sus recuerdos, a pasar en sus pensamientos de un nivel a otro. Porque una instalación bien concebida debe funcionar a todos los niveles: del más banal y profano hasta el más intelectual y elevado
espiritualmente.
Ilya Kabakov
Miguelangelo Buonarroti quitaba la piedra que sobraba para que la imagen que estaba dentro tocase el espacio y Eduardo Chillida llenaba de aire el interior de la piedra. Entre las dos propuestas median muchas obras y una filosofía del arte que toma el espacio como punto de referencia. Incluso la pintura, el arte bidimensional por excelencia, ha perseguido con ahínco llenar de espacio el lienzo y construir también una teoría del mismo. Remitirnos a los maestros holandeses o a Velázquez es lo más sencillo para observar estas, llamémosles sin tapujos, obsesiones artísticas.
En otra dirección, algunos creadores han buscado lo que se ha considerado una obra total, la que aunase todas las artes en una única forma. Cuando llegó el cinematógrafo algunos creyeron que ya estaba abierto el camino al conseguirse la imagen en movimiento, el sonido y un estrecho vínculo con la realidad. Pero como en tantas otras ocasiones sólo se trataba de una propuesta novedosa, con una forma nueva, con una herramienta inédita. Lo importante sin embargo era el propósito, el mismo que se tuvo con el nacimiento de la fotografía, la performance, el cubismo, el futurismo… sin tomar en consideración otras elecubraciones, hay en todas estas iniciativas el empeño de perseguir una quimera, quizá precisamente por saber que es una utopía.
Volvamos al concepto de la obra que incluye fragmentos de otras obras. Después de que Picasso hiciera sus collages en la pintura, Man Ray insertaba y pintaba sobre la fotografía o transformaba los negativos siguiendo lo que antes había hecho el fotógrafo William Fox Talbot (1800-1877) con sus dibujos fotogénicos. Si la fotografía estaba al servicio de lo real, Ray, junto a otros, lo convirtió en objeto surrealista, lo que no deja de ser otra manera de unir formas e ideas.
Una de las obras más emblemáticas de Man Ray es El violín de Ingres (Le violón d’lngres, 1924), fotografía de una mujer desnuda (Kiki de Montparnasse) de espaldas en las que pinta dos aberturas (f-hole) similares a las de resonancia que tienen los violines. La asociación del cuerpo de la mujer con ese instrumento musical queda evidenciado por las formas redondeadas y, sobre todo, por lo peculiar del diseño que inserta en la espalda. Man Ray trabaja la fotografía delineando los perfiles de sus modelos como si fuera pintura. Además reinterpreta el cuerpo de la mujer, al que convierte en un juego surrealista, y lo llena de una larga cadena de asociaciones. Efectivamente, Ray condiciona su obra a una relación con Ingres al poner en el título su nombre. No es el único elemento que nos conduce a la obra del pintor. El turbante que tiene en la cabeza nos lleva a dos de sus obras, La bañista de Valpinçon (1808) y El baño turco (1862), donde la mujer del primer plano de espaldas toca un instrumento de cuerda. El fotógrafo evoca la sensualidad del pintor vouyerista, pero a través de una metáfora visual transforma el cuerpo en objeto artístico.
En la década de los sesenta se planteó la enésima revolución del arte con la configuración de lo que se convino en denominar instalación. Se trataba de propuestas tridimensionales en las que un objeto u objetos se ubicaban en un espacio que el espectador recorría. Era una forma de hacerle partícipe en la obra, de interactuar con ella. Carl Andre señalaba que respondía a una noción de totalidad. La obra, efectivamente, remitía a la arquitectura, escultura, pintura, teatro y música, y en no pocas ocasiones también a la literatura y el arte en movimiento. Estas son las siete artes modernas, las que remiten a la vista y el oído, y se alejan de las clásicas que se basaban más en la ciencia y en destrezas mentales (Trivium: gramática, retórica, y dialéctica; Quadrivium: aritmética, geometría, astronomía y música).
La evolución de las Instalaciones es lo suficientemente compleja para tratarlo en estas breves líneas, pero no es ocioso recordar que su mayor aportación al arte fue la construcción de una nueva forma de mirada, ya no basada en la contemplación sino en un cuestionamiento de las formas del arte, en un situar al espectador en el centro de la obra que a partir de ahora se convertía en el constructor de la identidad de la obra.
f-hole pertenece a un proyecto denominado Elementos acústicos en obra escultórica en la que Andrew Gangoiti (Lakes Entrance, Australia, 1962) viene trabajando en los últimos años. Aunque la escultura y música son el denominador común, el elemento vertebrador es el estudio analítico del espacio. Torqueo, que se expuso en la Torre de Ariz de Basauri en 2010, es un antecedente próximo. No el único. Antes estuvieron Replication (1995) en la que los cables construían espacios vacíos, como las líneas que un arquitecto traza para imaginar un espacio, pero aquí, el espacio se construye dentro de otro espacio, es decir, existe porque se transita físicamente y se recorre visualmente.
Ese juego de combinar y relacionarse con los elementos que están en la sala, primer paso para que luego los asistentes formen parte de la estrategia, es el que también vimos en post theory (1996), donde una columna inclinada de acero interactuaba con otra de hormigón que se encontraba en la sala. Lo posible y lo imaginado se corporeizaban y rivalizaban en texturas y presiones arquitectónicas.
Torqueo fue un paso adelante en la utilización del espacio como forma escultórica proyectada. Una espiral que remitía a formas naturales y culturales. Por ahí asomaban Robert Smithson y el Land Art, las líneas limpias del clasicismo y el trampantojo barroco, la aritmética y sus teóricos. Una de las diferencias con sus precedentes fue la incorporación de la música de Stephen Kearney. Ésta iba desapareciendo a medida que nos acercábamos al corazón de la espiral, hasta llegar al silencio.
Luego vino Untitled (Stairwell) (2010) en la que unos cables de acero colgaban por el hueco de la escalera. El espectador podía tocar los cables como si de un instrumento se tratase y oír el sonido que producían. A diferencia de la anterior en ésta era la obra la que recorría el espacio en vertical, y al ser el espectador el que tenía que tocar para que cobrase vida, aseguraba la relación entre sujeto y objeto.
f-hole es la última propuesta escultórico-arquitectónico-musical-conceptual de Andrew Gangoiti. De nuevo vuelve a trabajar con los cables de acero y con la idea de convertir el espacio en una metáfora. En una sala rectangular con tres columnas en el centro, los cables caen del techo para construir una forma en efe. De esta manera, como en post theory integra las formas arquitectónicas con la estructura de su obra, hasta formar parte necesaria de su peculiar diálogo. La obra más que introducirse en el espacio expositivo se integra en él. Los espectadores caminan alrededor, se meten dentro en la efe y viven la obra desde distintas perspectivas.
Es una forma limpia que plantea muchos ecos. El más directo es a la música, a una imagen que sólo es propia de algunos instrumentos de cuerda como el violín, viola o contrabajo. Esto le lleva a instalarse en formas de ver universales, en las que el reconocimiento es un punto de partida. Esta es una de las mayores virtudes de su obra pues combina una desmaterialización de la forma con su total identificación. Además, al poder recorrerla nos instalamos dentro de un espacio que en su evocación es ignoto e imposible, ya no de recorrer sino de visualizar. Justo lo contrario de esas líneas limpias de acero que dejan penetrar la vista. En el violín la figura se crea por lo que falta, está en negativo, mientras que en f-hole lo hace en positivo. De esta manera la escultura establece una relación con el espectador, cuya experiencia fenomenológica de los objetos es esencial para su significado. Todo ello no puede ser menos que una reflexión sobre la naturaleza de las formas y la fisicidad del espacio, que además es espacio tiempo porque nos remite a la música.
En esta dirección nos tenemos que referir a Snake (Serpiente, 1994-97) de Richard Serra que se encuentra en el Guggenheim Bilbao Museoa perteneciente a La materia del tiempo. Aunque las diferencias con la obra de Serra son grandes, hay un nexo. La consistencia del acero se hace liviana y solo cuando se toca y se nota su aspereza cobra peso. En f-hole el proceso es a la inversa. La obra es ligera, pero cuando se toca se hace maciza, como si los espacios entre cable y cable se rellenasen ópticamente y nos encontrásemos inmersos, mentalmente, en un interior oscuro. En ambos casos la obra se encuentra en un espacio vivencial para el espectador que queda redefinido por su integración en el espacio y en los ecos que transmite.
f-hole mezcla el entretenimiento, entendido en términos de percepción y participación, y el conocimiento considerado como una realización cognitiva, un mirar sobre lo mirado, o si se prefiere, un (re)conocimiento sobre todas las capas culturales que tiene la obra. Este aspecto es el más relevante de su obra, la combinación de estímulos y significación. Hay una representación que no se ve pero se encuentra o que se busca fácilmente. Una invitación a contextualizar, que de la mano de la música, la convierte en una narración. No hay ningún engaño y para que todas las piezas encajen el título invita a una relación sincera con la obra. Es el momento en el que la música, por un lado, y Man Ray y su herencia cultural, por otro, comienzan a asomar.
Frente al arte del detritus y el escándalo, Andrew plantea una obra limpia, impoluta, por la que se puede transitar –física y metafóricamente– con innumerables recorridos.
Hereda la tradición del minimalismo y de los espacios especulares que construyeron artistas como Donald Judd, Robert Morris, Carl Andre o Richard Serra, pero también de las artes antiguas. En su obra, y no nos referimos exclusivamente a f-hole, hay una construcción clásica que evoca lo científico, o precisión matemática, que nos conduce al quadrivium, a la aritmética y geometría, pero también a lo mental, al trivium, que nos guía por la senda de la gramática, retórica y dialéctica. Esta es la peculiar quimera de su obra, la que llena y construye espacios con figuras que van más allá de lo visualizado, la que une formas e ideas. Sin el afán acumulativo de sumar de aquí y de allá, f-hole aúna lo imprescindible (de nuevo la precisión) para construir una obra que resuena a arte en todas sus dimensiones.
El campo diversificado, Oihana Cabrera.
Situarse ante las primeras piezas de cables de acero de Andrew Gangoiti supone, en cierto modo, trasladarse a los Earthworks de la década de los sesenta. El espíritu recogido por los artistas del Land Art, que pasa por insertar plenamente sus trabajos en el medio natural, es también evocado en estas esculturas que cambian el escenario del paisaje y la naturaleza salvaje por otro más humanizado y comprimido como es la arquitectura. Concretamente la arquitectura de los espacios expositivos en los que interviene. A través de finas líneas de acero inoxidable que perfilan formas geométricas -del mismo modo en que lo hiciera Fred Sandback- invade el espacio vacío que se presenta ante él pero no lo subyuga. Es decir, realiza intervenciones con y para el espacio arquitectónico en un profundo ambiente de respeto y le dota de un nuevo sentido con el que plantea una relectura del mismo, su reestructuración. Así, el vacío y demás elementos espaciales, que en otro contexto podrían pasar desapercibidos, son laureados con mayor presencia y monumentalidad.
Además de ésta, su relación con la arquitectura es también de carácter formalista. Andrew levanta sus esculturas como si de la construcción del más seguro de los edificios se tratara. Sus bocetos son dibujos técnicos, auténticos planos de construcción repletos de medidas, acotaciones y escalas; y su metodología de trabajo -metódica y muy precisa- recuerda a la forma de proceder de un arquitecto. Sus obras desprenden la solidez propia de un edificio por sus cuatro costados.
Simbiosis y mímesis con el entorno. Así se traduce la relación que mantienen escultura y arquitectura en las obras de este artista. Ambas protagonizan la (con)formación de un conjunto de complicada disolución. Los límites de dónde empieza una y termina la otra se tornan difusos. Es por esto que el término “escultura” resulta impreciso para estos híbridos artísticos. Quizá podríamos recurrir a la terminología que Rosalind Krauss utiliza para su campo expandido y hacer nuestra la “estructura axiomática” que ocupa el lugar entre la “arquitectura” y la “no-arquitectura”.
Sin embargo, el campo de Andrew Gangoiti se expande más allá y reniega de las limitaciones. Continúa evolucionando. Y lo hace con Elementos acústicos en obra escultórica, su proyecto más reciente, a partir de la adición del sonido como tercer elemento que participa de sus esculturas. Ahora, sus cables, provistos de sensores y de dispositivos electrónicos que emiten sonido, se recolocan en el espacio dibujando nuevas formas que invitan a ser recorridas (una espiral, un pasillo, una f-hole). Los sensores actúan como melódicas alarmas que alertan de la presencia de los elementos ajenos que los acompañan en su itinerario. Hablamos de la figura del espectador, el eje fundamental que vertebra la obra escultórica de Gangoiti, la pieza sin la cual no podría funcionar la totalidad del conjunto. El espectador como figura independiente, con sus características particulares, recorre las obras activando sonidos únicos e irrepetibles a cualquier otro -cuando no existen sensores el sonido procede de unas cuerdas musicales que se accionan manualmente; una estrategia que multiplica las actitudes de la obra y que la imposibilita ante una única denotación. Jacques Derrida asemejaría, sin dudarlo, estas piezas a su teoría del deconstruccionismo. Y no le faltaría razón. Es una obra abierta, con multiplicidad de interpretaciones, tantas como espectadores. Las lecturas posibles que plantean estas obras siempre serán infinitas porque jamás podrá decirse que una de las lecturas o interpretaciones alcanza el buen sentido.
Volvamos al campo expandido, al de Andrew Gangoiti. En unas construcciones donde escultura, arquitectura, sonido, público, técnica y tecnología forman parte de un conjunto indisoluble y armónico, incluso la cartografía planteada por José Luis Brea en Ornamento y utopía para la escultura de los años ochenta y noventa resulta insuficiente. El trazado que él planteó de un campo “más expandido” todavía “más ampliado que el de Krauss, que (…) permitiría tomar conciencia de sus desplazamientos no sólo relativos a transformaciones formales, sino también, y sobre todo, a aquellas que se refieren al uso y sentido público de tales desplazamientos formales”, ahora, exige mayor amplitud para unas instalaciones que han desbordado por completo las categorías heredadas. El campo de Andrew es un campo experimental en busca de nuevos lenguajes aún no explorados, un modelo alternativo que admite la polisemia y que se extiende más y más. El suyo sí es, realmente, un campo diversificado.